De a poco ella se había estado acostumbrando a su presencia. Al principió con miedo, con reservas; ahora, pasado un tiempo, poco a poco había adquirido más confianza, más seguridad.
Al principio solo lo miraba dormir, sin atreverse casi a tocarlo para no despertarlo. Casi por casualidad se dio cuenta que podía tocarlo sin que se despertase. Y así empezó, suavemente, a reconocerlo.
Primero toco sus manos, de dedos largos, cálidas o frías dependiendo quien sabe de que factores. Sus manos siempre respondían al contacto; incluso a veces intentaban agarrarla, sobre todo cuando ella delineaba suavemente las líneas de la palma.
Otra cosa que la maravillaba de ese reconocimiento era su rostro. Había descubierto expresiones en ese rostro. La más maravillosa era su sonrisa dormido. A veces aparecía sola, probablemente fruto de algún sueño. Luego descubrió que él sonreía cuando ella lo tocaba o acariciaba. ¿Que soñaría en esos momentos? se preguntaba.
Y así, en ese ejercicio de verlo dormir y tocarlo, descubrió la suavidad de su piel y sus distintas temperaturas.
Conocía sus pies, usualmente fríos; sus manos re temperatura variada que se calentaban cuando ella las tocaba; su vientre, usualmente cálido; sus mejillas y su nariz, usualmente frías al dormir.
En esas noches de mirarlo y reconocerlo descubrió que él tenía zonas más sensibles que otras y que su piel, suave en general, tenía diferentes texturas.
Le gustaba eso. Redescubrir esos contrastes.
Suavemente tocaba su cara, sus brazos, sus manos, su vientre; veía como respiraba. Adivinaba cuando iba a despertarse por el ritmo de su respiración.
Como ahora.
Él abre los ojos. La mira. La reconoce y le sonríe.
Ella le sonríe, lo alza en sus brazos y lo coloca cerca de su pecho. Instintivamente, él bebe busca sus senos, los encuentra y comienza a amamantar.
Feliz año a todos!
... by fês
